En un ambiente de gran fervor y devoción se realizó el pasado lunes, 13 de octubre, la Ceremonia de Coronación de la Virgen de Fátima y Consagración de las familias a su Inmaculado Corazón.
La Santa Misa fue presidida por S.E.R. Monseñor Adalberto Martínez, Arzobispo Castrense de Paraguay. Concelebró el P. Rafael Ibarguren superior de los Heraldos del Evangelio.
La entrada de la Sagrada Imagen peregrina fue saludada con entusiasmo por los devotos que abarrotaban la Catedral e incluso la vereda.
La Madre del Cielo, rodeada del cariño y devoción de sus hijos, derramó abundantes gracias y bendiciones.
Monseñor Adalberto coronó a la Virgen como Reina de nuestros corazones y de nuestras familias.
He aquí uno de los momentos auges de la celebración: la Consagración de un nuevo grupo de esclavos de amor a la Virgen. Durante varios meses se prepararon con mucho estudio, meditación y oración para esta consagración que ha cambiado radicalmente sus vidas.
Colocando a María en el centro: "Todo por María, con María, en María y para María", como enseña San Luis María Grignion de Montfort, han encontrado la manera de que Cristo sea el fundamento de todo su ser y actuar.
Las palabras de Monseñor no pudieron ser más oportunas y tocaron las cuerdas más delicadas de nuestras conciencias: vivir todos en armonía y paz poniendo a Jesús y a María en el centro de nuestra vida.
Se podía palpar en el ambiente las gracias que nos transportaron por algunos momentos al cielo.
El Coro y Banda de los Heraldos se esmeraron en dar lo mejor de sí en honor de la Santísima Virgen razón de ser de su vida y apostolado.
Un grupo de niñas, preparadas en el Centro Juvenil de las Heraldas, y un grupo de jóvenes que, a través de diversas circunstancias y la intercesión de la Virgen, se han acercado de nuevo a la Iglesia, hicieron con gran recogimiento y devoción su Primera Comunión.
No hay palabras para describir la felicidad de estos instantes.
Ha sido una ceremonia inolvidable que nos ha marcado profundamente y que nos da ánimo para continuar nuestra conversión personal, nuestro testimonio cristiano y nuestro apostolado.
La Madre de Dios no dejará de atender a todos sus hijos y a sus necesidades, más allá de lo que podamos imaginar.